Este semestre i en Liderazgo para el Desarrollo Social tuve clases con un grupo de 7 personas. Mi escuela me dio clases en una bodega olvidada, en arquitectura, en oficinas de la escuela de negocios y de ingeniería (de hecho en una corrimos a David Noel), en una cafetería, en
... Ver más salas de profesores, en biblioteca, en banquitas, en CETEC, en la EGAP, CIAP, abajo, arriba y más arriba aún del Cerro de la Silla, en el estacionamiento de E1 y del Borrego, en oficinas del gobierno y en la Estanzuela..
Estoy sorprendida, aprendí que con dos personas podemos diagnosticar, diseñar e implementar un proyecto social: nuestra Ludoteca en uno de los barrio más peligrosos de mi ciudad. Corroboré que un grupo pequeño de personas pueden cambiar grandes cosas.
Aprendí lo que es el verdadero trabajo colaborativo y lo que significa ser un líder para el desarrollo social: la realidad es incómoda y dolorosa, pero el verdadero reto está en hacer más que decir. Creo que como estudiantes estamos cómodos (y de verdad me duele porque es bien sufrido el caso de muchos de nosotros poder ir a estudiar), pero está más fuerte ir a transformar la realidad y en comunidad.
Aprendí a administrar mis fuerzas y tiempo, haciéndome flexible a los cambios de último minuto (literal de último momento): a cambiar mi horario biológico para comer, entrenar y estudiar a horas que ni me imaginaba; también a buscar tiempo para mi familia y seres queridos.
Adquirí tres enfermedades fuertes al mismo tiempo y las superé en 1 mes.
Aprendí a perdonar, perdonarme, enfrentar mi realidad, decidir lo que quiero, lo que no, como quiero vivir la vida, con quién y defender mis ideales.
No me arrepiento de nada, probé una faceta distinta mía y sin duda alguna el más grande aprendizaje fue el del valor humano, el de aprender de manera vivencial el valor de la dignidad de la persona. Gracias a todos los que estuvieron ahí, en las malas y las buenas, porque son parte de esta experiencia.